Bayard Taylor fue poeta, novelista y traductor de obras clásicas. Su familia era de origen alemán. Fue un gran viajero que recorrió América, su patria; parte de África, Europa y de Asia, cumpliendo así uno de los deseos de su niñez. En España se limitó a Andalucía. Dedica su libro sobre nuestras tierras a su compatriota Washington Irving, del que dice seguir sus huellas por Andalucía. Por eso, en Granada busca al guía que hiciera popular aquél, Mateo Ximénez, que al estar retirado de su profesión contrata para su estancia en la ciudad a su hijo del mismo nombre. Pero para ir hasta Málaga después, a Ronda y la Serranía hasta Gibraltar, contrata a un guía llamado José Napoleón, del que se hace buen amigo. Llega a Ronda, procedente de Málaga. Pasa por El Burgo y el Puerto del Viento por el que, haciendo honor a su nombre, circulaba tal corriente de aire que se vieron obligados a desmontar; e incluso entonces requirió todas sus fuerzas para desplazarse en contra del viento.
Para Taylor “…ninguna ciudad puede superar a Ronda en la grandeza y pintoresquismo de su emplazamiento. Construida al borde de un amplio saliente cortante de las montañas, que cae en un escarpado precipicio de seis a ochocientos pies de altura, y desde las ventanas de las casas se puede mirar hacia abajo el abismo vertiginoso. Este precipicio, nuevamente, está dividido en el centro por un gran abismo de trescientos pies de ancho y de cuatro a seiscientos pies de profundidad, en el lecho del cual ruge el Guadalevín, hirviendo en espumosos remolinos o saltando en brillantes cascadas, hasta alcanzar el valle abajo”.


