Tras lo sorprendente y minuciosa descripción que hace Gallenga de la famosa posada de las Ánimas, en pésimo estado entonces, decide cambiarse al recién estrenado en aquella época Hotel Rondeño.
Disfruta grandemente de su visita a Ronda, de la que dice posee una situación única e inigualable. Pasea por el Puente Nuevo y describe admirado el Tajo. Después hace lo mismo con la Alameda: “Este pueblo bendecido con una situación tan sublime no deja de tener una variedad de lugares pintorescos para encantar a sus visitantes extranjeros; pero lo que sí es único es el Tajo, el gran abismo, el puente y la vista desde la Alameda”.
Y finaliza su relato hablándonos de la llegada del ferrocarril a Ronda, que ha acabado con aquellos viajes que únicamente se podían hacer en mula para llegar a la capital de la Serranía.


