Desde que en 1836 pasó unos meses en Gibraltar, tratando de conocer Ronda y su Serranía, ocurrió que la falta de dinero unas veces, la de compañeros otras y, casi siempre, la mala reputación de los caminos sólo encarados por oficiales ingleses en caravanas, abortaron la visita; pero no las ganas que, ahora, con las facilidades que ofrecen los modernos medios de comunicación, se dispone a satisfacer de una vez por todas. Realiza su viaje desde Málaga a Gobantes en ferrocarril y desde Gobantes a Ronda, en diligencia, y desde allí a Gibraltar siguiendo la Ruta del Genal.
Y así comienza su relato: “En 1879 era posible que un hombre viajara a Ronda sobre ruedas. Un ingeniero francés explicó sus planes de traer pasajeros en tren . Los bandoleros de la Serranía se habían convertido en traficantes. Eran amigos de los caminantes y solo robaban al gobierno, el enemigo implacable cuya mano estaba en contra de cada hombre. No hay mejores hombres para los negocios que los rondeños, si te dejas persuadir por su contrabando. Al fraude a los ingresos del Estado ellos les llaman comercio; el más rico de la tierra se enorgullece de sus logros en esa línea de negocios, y solo se retira del contrabando para convertirse en un receptor de productos también de contrabando…”


