En el episodio anterior hablábamos de la Época Romántica y de las dimensiones que tomó el contrabando de Gibraltar hacia España, convirtiéndose este en la principal fuente económica del territorio que atravesamos. Bastante difícil de erradicar por la sinrazón del gobierno de España a bajar los aranceles de los productos más demandados y por la evidente actitud colaboracionista del gobierno de la Roca, al que no le interesaba para nada acabar con este comercio ilícito, ya que le reportaba ingentes beneficios.
No obstante, la progresiva reducción de aranceles finalmente tuvo efecto, especialmente cuando el arancel para tejidos se redujo al 15% en 1880 y en los años posteriores el tabaco quedaba como el único artículo de contrabando, que empleaba en su elaboración como cigarros y picadura, a dos mil personas en Gibraltar, entre gibraltareños y españoles.
Como ya hemos indicado, Gibraltar fue durante el s.XIX lugar de acogida para exiliados de uno u otro bando, según se iban sucediendo los distintos gobiernos y se sintiesen perseguidos sus contrarios. Esta situación propició que algunos levantamientos liberales se organizaran desde Gibraltar como fueron los de Manzanares y Torrijos, que explicamos brevemente.
En el caso del levantamiento de Torrijos, este con la partida que lo apoyaba salieron de Gibraltar por mar en diciembre de 1831, para propiciar desde Málaga un nuevo levantamiento liberal. Descubiertos, tuvieron que improvisar desembarcando en las playas de Mijas y caminar precipitadamente hacia el municipio de Alhaurín de la Torre, campo a través y por pendientes. Se refugiaron en la finca de Torrealquería. Allí fueron descubiertos por las huestes absolutistas fernandinas que acabarían deteniéndolos, siendo fusilados en la malagueña playa de San Andrés.
Hay un hecho muy interesante del que nos vamos a hacer eco a través de la información que ofrece José A. Pleguezuelos, que tuvo lugar en la zona durante la primavera de 1843, referido al levantamiento que se produjo contra Espartero, el General Regente que luchó contra los carlistas, apoyando la causa de Isabel II y la regencia de su madre Mª Cristina así como al movimiento liberal. Su vida acabó a los 86 años de edad en su retiro de Logroño, sin haber perdido nunca la popularidad y el cariño del pueblo, que siempre lo consideró como el símbolo de la lucha obrera de entonces, hoy completamente olvidado.