En tierras de Casares existen restos que se remontan al Paleolítico inferior (yacimientos de Canuto Chico, en la Sierra de la Utrera, e inmediaciones de Lacipo) y aunque los más recientes trabajos arqueológicos no constatan la existencia de restos preárabes bajo esta localidad, la filiación de este nombre, parece apuntar en otra dirección.
La localidad de Casares, a tan solo 14 km de la costa, se ubica en un espolón rocoso a modo de apéndice entre dos promontorios de Sierra Crestellina, perteneciente a la cordillera Subbética. Desde esta población, las vistas del Mediterráneo, el Estrecho y el Peñón de Gibraltar se comparten con vistas interiores hacia los valles del Genal y del Guadiaro, Los Alcornocales, la Serranía de Ronda y Sierra Bermeja. Al igual que la localidad controla un pasillo estratégico para el tránsito de personas, también es lugar de paso de especies migratorias.
El primitivo asentamiento de Casares adquirió su mayor protagonismo en la defensa del territorio durante el sultanato nazarí de Granada, quedando plenamente constituido como enclave fortificado a mediados del siglo XIV con la función principal de defender la frontera granadina y actuar como enlace visual estratégico con las fortificaciones de Gibraltar, Gaucín y Ronda.
Las viviendas están implantadas sobre un parcelario muy irregular y bastante forzado por una topografía que obliga a salvar fuertes pendientes. Este legado urbanístico posee una acusada impronta en el paisaje, manteniendo rasgos muy característicos como el denso sistema de ocupación, la homogeneidad estilística y el dominio del color blanco en la fachada urbana, que se desarrolla a lo largo de la ladera de la primitiva fortaleza.
Hablaremos también de La Alcazaba, de la Iglesia de la Encarnación, de la Ermita de San Sebastián, de la Casa natal de Blas Infante, De ella Fuente de Carlos III y del Centro Cultural Blas Infante.