Dennis sigue contándonos sobre su estancia en Ronda. Se hospedó en la posada de las Ánimas, tan buena cómo se podría esperar en una ciudad española que tiene muy poca comunicación con el resto del mundo. En la pequeña plaza desde el balcón de su habitación le llamó la atención una muchedumbre abajo en la calle, era una tuna de estudiantes procedentes de la Universidad de Salamanca, de la que nos hace una deliciosa descripción, inigualable. Al día siguiente decide realizar una excusión hasta la Cueva del Gato, de la que tanto había escuchado hablar, pero lo que más le llama la atención no es la cueva en sí, sino el campo y sus labores de trilla, y una pobre cabaña a la que se acercó a pedir agua; la habitaban dos mujeres y una de ellas, la más joven, le cautivó por su hermosura natural, a pesar de sus pocos adornos, y por su exquisita hospitalidad. Dennis, quedó prendado de la joven. La descripción del habitáculo donde viven es sublime. Finalmente llega hasta la cueva, que le sorprende por su frialdad en la misma boca de entrada y la frescura de sus aguas. Un encuentro con un hombre “ensangrentado” le horroriza ¿sería un criminal?